viernes, 18 de noviembre de 2011

Ejecutan a un joven de 15 años


OMNIA.COM.MX

Otra joven vida truncada en esta ciudad del nunca jamás, donde pareciera que las personas están de más pero donde falta por completo el respeto más elemental a lo más preciado del hombre.

Los motivos para matar son cada vez más banales, y las víctimas, personas cada vez más jóvenes, que apenas empiezan a descubrir lo bello de la vida. De pronto a alguien se le ocurre que ese otro no debe seguir viviendo, y sin más va y le asesta varios balazos porque sí, simplemente porque se siente bien tener el poder sobre la vida y la muerte, sentirte Dios, vengador y justiciero.

Si esa persona te vio mal, merece morir de la peor manera; si te insultó, darle de balazos es poca cosa; hay que hacer que sufra miles de infiernos antes de arrebatarle todo signo de vida.

Ése es el sentimiento que guardan en su interior los homicidas hoy en día; ésos son los valores que los mayores les hemos inculcado, y que ellos ven como cosa de lo más normal, como deshacerse de un rival en un videojuego.

Tan fácil como apretar el gatillo de forma mecánica, ver caer a tu enemigo y continuar tu camino en busca de otro que te dé más pelea... hasta encontrar a alguien que sea más hábil, más rápido, mas diestro.

Este jovencito que yace en el polvo, en una posición forzada, torcida, de lado pero con la cara al cielo, fue sólo un escalón para su cazador, una práctica más para afinar su puntería, puntos del videojuego que lo harán cada vez mejor tirador.

Un adolescente de 15 años al que los vecinos conocieron sólo de vista por tener poco tiempo viviendo ahí, donde su familia rentaba una casa amarilla, frente a la cual quedó inerte, con varias heridas por las que mana abundante la sangre que se confunde con su playera roja, orificios conducto de salida lenta e inexorable de la fuerza vital que una vez lo animó.

Decenas de policías lo rodean minutos después, con curiosidad no exenta de indiferencia, esa indiferencia que se va adoptando involuntariamente después de presenciar incontables casos como éste, esa frialdad que te permite contabilizar una vida que se va sólo como un número más.

En las calles 8 de Octubre y Batalla de Santa Clara, colonia Che Guevara, hay una existencia menos y muchos sentimientos más de tristeza, de miedo, de frustración, de impotencia, de ira, que crecerán exponencialmente cuando se dé otro caso similar en la zona.

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