EL HERALDO
Camargo, Chihuahua.- "Me iría de aquí, pero ya no tengo las fuerzas para hacerlo", dijo Aniceto Méndez Sifuentes, de 101 años de edad, mientras sostenía su bastón hechizo y con el cual recorría su pequeña casa de adobe, donde el tiempo ya hizo de las suyas.
Nació el 26 de diciembre de 1910, en Santiago, Coahuila, y quedó huérfano a los 7 años. Nunca tuvo más compañía que él mismo, por lo que se dedicó a viajar por varios lugares de la República, hasta que hace 52 años terminó en La Enramada, una pequeña localidad de Camargo donde vivió con una mujer que lo dejó de nuevo solo hace un año.
Y cuando se fue le dejó una finca con dos cuartos, de los cuales uno ya está destrozado, donde vive con gatos, perros y ahora un gallo y una gallina, tenía 15, pero dijo que unas se las tuvo que comer, otras se murieron de hambre.
"He durado hasta 8 días sin comer, no tengo luz porque no puedo pagarla, por lo que nomás se mete el sol y me meto a dormir, ¿para qué me quedo despierto? Me mantengo con la claridad", añadió con melancolía mientras miraba sus ropas viejas y sucias.
Sin embargo, comentó que aprendió a leer, a escribir, a restar y a multiplicar aunque nunca fue a la escuela, pues siempre fue un aventurero, hasta que se enamoró en Chihuahua.
Nació el 26 de diciembre de 1910, en Santiago, Coahuila, y quedó huérfano a los 7 años. Nunca tuvo más compañía que él mismo, por lo que se dedicó a viajar por varios lugares de la República, hasta que hace 52 años terminó en La Enramada, una pequeña localidad de Camargo donde vivió con una mujer que lo dejó de nuevo solo hace un año.
Y cuando se fue le dejó una finca con dos cuartos, de los cuales uno ya está destrozado, donde vive con gatos, perros y ahora un gallo y una gallina, tenía 15, pero dijo que unas se las tuvo que comer, otras se murieron de hambre.
"He durado hasta 8 días sin comer, no tengo luz porque no puedo pagarla, por lo que nomás se mete el sol y me meto a dormir, ¿para qué me quedo despierto? Me mantengo con la claridad", añadió con melancolía mientras miraba sus ropas viejas y sucias.
Sin embargo, comentó que aprendió a leer, a escribir, a restar y a multiplicar aunque nunca fue a la escuela, pues siempre fue un aventurero, hasta que se enamoró en Chihuahua.
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