Chihuahua, Chihuahua.- Con aplausos que se volvieron reconocimiento y gratitud a la existencia de Miguel Rafael Len Etzel Maldonado, despidieron ayer al líder priísta de un mundo que ayudó a construir a partir de su anhelo por la democracia.
Palmas y vítores entronizaron al hombre, al amigo, al padre y al esposo, a su morada en los cielos; a fin de que su recuerdo sirva como lumbrera en las horas por venir para Chihuahua, antes de consumirse por completo elogios y sollozos, al igual que la cera de los cirios que iluminaron su caminar hacia los altares.Flanqueado por sus familiares y amigos, escoltado por las sirenas y faros de los agentes de Vialidad, el cortejo fúnebre recorrió el Periférico de la Juventud, la avenida Teófilo Borunda y la Cuauhtémoc; enfilándose hacia el templo a bordo de una nívea carroza que paró su marcha sobre la calle Victoria.
Ello, ante la mirada del empresario Federico Terrazas, apostado en el umbral del templo; encabezando al grupo de varones que condujeron el ataúd a los adentros del recinto ancestral, ahora para ser bendecido por el arzobispo José Fernández Arteaga.Éste último, quien recibió al cuerpo yaciente elevando una oración que se acompañó de los cientos de voces que enunciaron un amén que venció al silencio, disponiendo al corazón para suplicar el eterno descanso del finado en la celestial compañía del Altísimo.
Flanqueado por diputados, regidores, servidores públicos, empresarios y un cúmulo de fotógrafos captando las impresiones del evento, paso a paso, marchando al compás del tintinear proveniente del campanario, al sonido de los arpegios del coro entonando una canción, el ataúd llegó ante el retablo de la Catedral.En las manos de Lina, su hija, una fotografía del maestro. En su corazón, la incredulidad, la impotencia y el temor.
La desesperanza de que la violencia ha alcanzado a los hombres de buena fe en Chihuahua. La certeza de que el afán de su padre fue siempre trabajar honestamente, su preocupación el vivir de manera alegre y su razón de vivir, amar sin medida a su esposa e hijas."Mi papá era un hombre de paz que fue víctima de la violencia", afirmó, rogando a los presentes que su vida y muerte no hayan sido en vano; puesto que son ejemplo de que la armonía, empero las diferencias, es lo que mueve a todo el universo.
Un moño negro a las puertas de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua adoleció la muerte del ilustre catedrático, quien por última vez recorrió los pasillos de la escuela que le vio nacer como profesionista y político; entre libros y leyes que posteriormente él mismo redactaría al integrar la quincuagésima octava legislatura del Congreso del Estado y presidir su Comisión Primera de Gobernación y Puntos Constitucionales.
Entró asimismo al plantel el eco de su voz, prorrumpiendo en la memoria con uno de los muchos chascarrillos y bromas que compartió con sus colegas y alumnos por las mañanas, acompañado de un café, un consejo o hasta un regaño.Así lo recordaron las autoridades universitarias que expresaron: "Nos han arrancado a un pilar de nuestra institución".
Esto último, reconocido por los personajes reunidos en el recinto universitario, incluida la procuradora Patricia González y los connotados integrantes del gremio de abogados. Personajes que sin más que un aplauso sincero, ofrecieron en tributo la promesa de honrar la amistad y el conocimiento esparcido entre todos sus alumnos de hoy y siempre.
"Sin reserva entregó su experiencia, dedicación y amor por la cátedra; su esencia misma, brindándole a los universitarios todo el conocimiento que él adquirió gracias a una ardua gestión", enalteció el rector Raúl Chávez Espinoza.Inusualmente oscuro, por la tarde el huipil de la presidenta nacional del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes, reflejó el ánimo de todos los congregados en el gimnasio Luis Donaldo Colosio; abatido igualmente por la ignominia, tal como falleció Etzel Maldonado.
Un escenario donde la legión tricolor ofreció el último de los homenajes a uno de sus más queridos líderes, uno que les mostró el camino hacia la victoria en las urnas peleando la buena batalla política con vehemencia y pasión por la gente; con el sentimiento que denotaba la calcomanía en su automóvil pregonando la frase: Primero México.
"Es un dolor profundo, ciego y sordo", vociferó Paredes.Acompañada del mandatario José Reyes Baeza Terrazas, la tlaxcalteca montó una guardia de honor junto al féretro de su correligionario, guardando silencio, observando el suelo, realizando un soliloquio interior en torno a la inexplicable muerte de un hombre, abatido por aquello oculto en lo más oscuro del alma humana.
Ello, compartiendo los sentimientos traídos por los atribulados tiempos que vive del hombre, lamentado la pérdida tanto como lo hicieron familiares y amigos del finado. Entre ellos, Sergio Granados, compañero de andanzas de Etzel Maldonado bajo la bandera "Saulista", bajo los valores del priísmo que ambos defendieron en las buenas, en las malas; en la victoria, en la derrota... En la muerte.
Hasta siempre, Miguel Etzel Maldonado.
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