Chihuahua, Chihuahua.- México, México, México... Resonó la voz de una pasión que con su algarabía verde inundó las calles de esta capital, anegándolas con una multitud de fanáticos que salieron a proclamar la hazaña de los once gladiadores que ayer vencieron a la nación más poderosa del mundo, enorgulleciendo a toda una raza de bronce.
Una victoria que paralizó a lo largo de noventa minutos a toda una ciudad que se olvidó de la crisis y la violencia, volcándose a las pantallas de televisión para ser parte de una odisea de vida o muerte.
"Vamos a jugarnos el pase al Mundial", afirmó expectante uno de los hinchas.Este último, atento a su televisor portátil, hábilmente conectado al acumulador de su automóvil, estacionado de manera impecable encima de la banqueta para contribuir al sano flujo vehicular sobre la avenida Juárez que, al igual que otras principales arterias, lució desolada el tiempo que duró el encuentro.
Tal como lucieron la mayoría de los edificios públicos, establecimientos comerciales, tiendas de autoservicios o expendios de ropa, donde las aglomeraciones, más que por las ofertas, fueron a causa de la oncena tricolor y su coraje esparcido en la cancha del coloso de Santa Úrsula.
Al primer gol del Tío Sam, esperanzas y sueños fueron puestos en vilo, despertando el coraje de los chihuahuenses que con vítores, rechifla e improperios comenzaron a increpar al rival, al árbitro y hasta al mesero que dilataba en llevar a la mesa las aguas que después, con la primera anotación, desbordaron el júbilo chihuahuense."¡Gooool!", rugió la multitud, vaticinando un triunfo que comenzó a construir con su tanto el futbolista Israel Castro, al preparar el camino para conseguir que Miguel Sabah completara la faena, acciones que emocionaron a toda una nación que observaba rodar el balón y que recuperó su confianza en lo futuro.
Así, del silencio, de la tranquilidad experimentada a lo largo del partido, el vuelo del águila retomó su ruta rumbo a la Copa Mundial de Sudáfrica 2010, provocando con su aleteo una agitación ya casi olvidada entre los habitantes de la localidad.
Esta última, la movilización de un ejército ataviado en verde, blanco y rojo, que tomó por asalto el basamento del Ángel, en la Plaza Mayor; la explanada del astabandera, en El Palomar; además de la glorieta de un general Francisco Villa, envuelto en el júbilo de cientos de niños, jóvenes y adultos.Toda una afición que festejó a lo grande, en familia, pero que hubo de concluir prematuramente la celebración por causa de quienes comenzaron a arremeter, a golpes, en contra de los elementos de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, lo mismo que en perjuicio de la multitud.
A patadas, envalentonados, los agresores comenzaron la trifulca lanzado envases de cerveza y latas, dañando luego la estructura del monumento y ocasionando su remisión a una de las celdas de la Comandancia Norte.
De ahí que no fuese la lluvia quien terminara con la fiesta, sino el vendaval de agresiones que pusieron en riesgo la integridad física de una hinchada que volvió a casa con la alegría de un marcador 2-1 plasmado en los vidrios de su automóvil, con la Bandera y Escudo nacional incrustados en sus pechos, pintados en sus caras; con la satisfacción de haber atestiguado un fragmento de historia, con el corazón latiendo al compás de una estrofa que convoca a presentar batalla al sonoro rugir del cañón.
Asimismo, algunos retornaron con el remordimiento de haber faltado al trabajo en tiempos de crisis e incluso de influenza, aunque con el consuelo de que mañana es quincena. ¡Viva México!.
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