Chihuahua— La Zona del Silencio es un área desértica del norte del país ubicada en el Bolsón de Mapimí, que se localiza en los alrededores del punto donde convergen los límites de Chihuahua, Durango y Coahuila.
Entre otros factores, la zona sobresale mundialmente por su magnetismo, que con frecuencia atrae meteoritos.
Este fenómeno ha originado el surgimiento de un oficio al que se dedican decenas de personas: “los pizcadores de meteoritos”.
Alejandro González, originario de Las Varas –población cercana a Saucillo– comentó que en ciertas épocas del año acude a la Zona del Silencio, donde recolecta lo que él describe como fragmentos de meteoritos, que están compuestos de carbono y que pueden ser utilizados en la elaboración de múltiples objetos.
Señaló que vende las piedras –que se caracterizan por su peso y su textura– a cien pesos a un comprador en Ojinaga.
“Algunas personas las ofrecen por gramos, pero para que salgan más rápido yo las vendo a 100 pesos cada una, pero se las tengo que llevar”, expresó.
Agregó que a pesar de que es una labor dura que le toma varios días –ya permanece en la región limítrofe del estado para reunir la mayor cantidad de piedras– le resulta rentable porque con frecuencia en la Zona del Silencio caen meteoritos y puede conseguir piezas más grandes que puede dar a un precio más alto.
Indicó que él no es el único que ha encontrado una manera de hacerse de recursos a través de la recolección de este tipo de rocas.
“Acuden varias personas a buscar meteoritos, muchas van como uno, para conseguirlos y venderlos, otras para juntarlos para ellas, pero va bastante gente”, manifestó. Explicó que uno de los usos que se les da a las piezas de carbono es para la elaboración de armas de fuego que resultan imposibles de localizar para un detector de metales.
“Dicen que son armas que se venden en tres mil dólares porque no las encuentran con detectores de metales”, anotó.
Al respecto, el director de la Cipol, Saúl Hernández, dijo que hay algunas armas cuyas piezas se pueden elaborar con este tipo de materiales, pero que el cañón debe ser metálico para que soporte el paso de la bala.
Entre otros factores, la zona sobresale mundialmente por su magnetismo, que con frecuencia atrae meteoritos.
Este fenómeno ha originado el surgimiento de un oficio al que se dedican decenas de personas: “los pizcadores de meteoritos”.
Alejandro González, originario de Las Varas –población cercana a Saucillo– comentó que en ciertas épocas del año acude a la Zona del Silencio, donde recolecta lo que él describe como fragmentos de meteoritos, que están compuestos de carbono y que pueden ser utilizados en la elaboración de múltiples objetos.
Señaló que vende las piedras –que se caracterizan por su peso y su textura– a cien pesos a un comprador en Ojinaga.
“Algunas personas las ofrecen por gramos, pero para que salgan más rápido yo las vendo a 100 pesos cada una, pero se las tengo que llevar”, expresó.
Agregó que a pesar de que es una labor dura que le toma varios días –ya permanece en la región limítrofe del estado para reunir la mayor cantidad de piedras– le resulta rentable porque con frecuencia en la Zona del Silencio caen meteoritos y puede conseguir piezas más grandes que puede dar a un precio más alto.
Indicó que él no es el único que ha encontrado una manera de hacerse de recursos a través de la recolección de este tipo de rocas.
“Acuden varias personas a buscar meteoritos, muchas van como uno, para conseguirlos y venderlos, otras para juntarlos para ellas, pero va bastante gente”, manifestó. Explicó que uno de los usos que se les da a las piezas de carbono es para la elaboración de armas de fuego que resultan imposibles de localizar para un detector de metales.
“Dicen que son armas que se venden en tres mil dólares porque no las encuentran con detectores de metales”, anotó.
Al respecto, el director de la Cipol, Saúl Hernández, dijo que hay algunas armas cuyas piezas se pueden elaborar con este tipo de materiales, pero que el cañón debe ser metálico para que soporte el paso de la bala.
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