EL PUEBLO
EDITORIAL.- Su verdadero nombre es Joseph Ratzinger. Nació en Alemania en 1927 y cuando era seminarista, a la edad de 16 años fue obigado a enrolarse en el ejército nazi en 1943. Participó en los servicios de estrategia hasta que desertó y fue hecho prisionero en 1945 por los soldados aliados.
Finalmente logró ordenarse sacerdote y luego obispo, máximo grado que existe en la Iglesia Católica, pues incluso el Papa no es más que el obispo de Roma y se le considera por tradición el sucesor del apostol Pedro.
Hasta ayer lunes, Benedicto XVI, nombre que eligió al ser electo el papa 265 de la historia, acaparó las portadas de todos los periódicos del país, tanto impresos como de internet, además de una impresionante cobertura televisiva, en su visita a Guanajuato, en su primera gira apostólica por México.
Días antes de su llegada hubo manifestaciones de repudio (aunque no tantas como en otros países). Cabe recordar que Juan Pablo II se ganó un lugar muy especial en el corazón de los mexicanos y esto ya implicaba un reto. No un reto para él, pues fue evidente que en ningún momento pareció que quisiera competir con su antecesor.
Su mensaje, al menos desde mi punto de vista, fue muy claro. Urgió a las autoridades religiosas y civiles a poner mayor atención y dar solución al problema de la pobreza y pidió cuidar a los niños. Benedicto supo que estaba en un país que libra una cruenta guerra, y al haber participado en la Segunda Guerra Mundial, conoce a fondo el dolor y los estragos de este tipo de situaciones.
En lo que he podido leer y lo que vi en televisión, no habló directamente sobre los criminales, mucho menos los condenó al inferno ni nada parecido.
En el fondo, sabe que la proliferación de delincuentes tiene origen en la falta de valores, la desunión de las familias e incluso en la pobreza. Temas de los que sí habló fuerte y urgió a resolverlos.
El domingo recordé por qué es que le llamamos papa, muchos lo sabrán y otros tantos no, es el equivalente de papá, pero en italiano. También recordé el contenido de su primera encíclica en la que se enfoca en hablar del amor de Dios hacia el hombre. Nada nuevo, según pareciera, pero la falta de consciencia para experimentarlo, señala, es el origen del vacío existencial que aqueja a millones, entre ellos, evidentemente los criminales.
En ese y otros textos invita a reflexionar y utiliza varias citas bíblicas como referencia.
Recuerda que Jesús se reunía y comía en las casas de los pecadores. Incluso defendió e impidió que una prostituta muriera apedreada. En el capítulo 9 del evangelio de Mateo se menciona que el mismo Cristo señaló que “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos” y más adelante señala “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Volviendo al título de este comentario; sé, porque he trabajado al interior de la Iglesia que el papa, el actual, el anterior y muchos otros, asumen más las obligaciones que los privilegios y estoy seguro que Benedicto, como buen papá (sí, así acentuado en esta ocasión), tiene una preocupación genuina por los criminales. Los ama y los acoge en el ceno de la Iglesia, aunque aborrece los actos de crueldad que cometen.
Es similar a cualquier madre o padre que tienen un hijo delincuente. Pueden ser de lo peor y estar encerrados por haber cometido graves delitos, pero sus papás lo aman, se preocupan y cada vez que pueden lo visitan en la cárcel. Así es el amor de los padres.
No está de más recordar que Benedicto XVI no es Juan Pablo II y que sus personalidades son muy diferentes. Me han contado curas conocidos que el fallecido papa polaco, quien estudió actuación, sabía utilizar sus dotes histriónicos para lograr una mayor cercanía con los feligreses. Sencillamente, me han explicado quienes los vieron a ambos en las audiencias públicas, a Juan Pablo la gente iba a verlo, mientras que a Benedicto van a escharlo, y no lo dudo, pues siempre que habla lo hace de manera contundente.
Aunque soy católico y sobra decirlo, no soy un promotor del papa ni creo que su visita sirva de mucho si su mensaje no fue acojido con seriedad por autoridades y sociedad en general. Si no quedó sembrado en los corazones de quienes lo escuchamos o leímos, será como el grano que se sembró sobre piedras y no pudo germinar.
Podrá usted estar o no de acuerdo con lo anteriormente expresado e incluso dejar debajo de este texto sus comentarios. Su opinión, a favor o en contra, es muy respetable.
Finalmente logró ordenarse sacerdote y luego obispo, máximo grado que existe en la Iglesia Católica, pues incluso el Papa no es más que el obispo de Roma y se le considera por tradición el sucesor del apostol Pedro.
Hasta ayer lunes, Benedicto XVI, nombre que eligió al ser electo el papa 265 de la historia, acaparó las portadas de todos los periódicos del país, tanto impresos como de internet, además de una impresionante cobertura televisiva, en su visita a Guanajuato, en su primera gira apostólica por México.
Días antes de su llegada hubo manifestaciones de repudio (aunque no tantas como en otros países). Cabe recordar que Juan Pablo II se ganó un lugar muy especial en el corazón de los mexicanos y esto ya implicaba un reto. No un reto para él, pues fue evidente que en ningún momento pareció que quisiera competir con su antecesor.
Su mensaje, al menos desde mi punto de vista, fue muy claro. Urgió a las autoridades religiosas y civiles a poner mayor atención y dar solución al problema de la pobreza y pidió cuidar a los niños. Benedicto supo que estaba en un país que libra una cruenta guerra, y al haber participado en la Segunda Guerra Mundial, conoce a fondo el dolor y los estragos de este tipo de situaciones.
En lo que he podido leer y lo que vi en televisión, no habló directamente sobre los criminales, mucho menos los condenó al inferno ni nada parecido.
En el fondo, sabe que la proliferación de delincuentes tiene origen en la falta de valores, la desunión de las familias e incluso en la pobreza. Temas de los que sí habló fuerte y urgió a resolverlos.
El domingo recordé por qué es que le llamamos papa, muchos lo sabrán y otros tantos no, es el equivalente de papá, pero en italiano. También recordé el contenido de su primera encíclica en la que se enfoca en hablar del amor de Dios hacia el hombre. Nada nuevo, según pareciera, pero la falta de consciencia para experimentarlo, señala, es el origen del vacío existencial que aqueja a millones, entre ellos, evidentemente los criminales.
En ese y otros textos invita a reflexionar y utiliza varias citas bíblicas como referencia.
Recuerda que Jesús se reunía y comía en las casas de los pecadores. Incluso defendió e impidió que una prostituta muriera apedreada. En el capítulo 9 del evangelio de Mateo se menciona que el mismo Cristo señaló que “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos” y más adelante señala “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Volviendo al título de este comentario; sé, porque he trabajado al interior de la Iglesia que el papa, el actual, el anterior y muchos otros, asumen más las obligaciones que los privilegios y estoy seguro que Benedicto, como buen papá (sí, así acentuado en esta ocasión), tiene una preocupación genuina por los criminales. Los ama y los acoge en el ceno de la Iglesia, aunque aborrece los actos de crueldad que cometen.
Es similar a cualquier madre o padre que tienen un hijo delincuente. Pueden ser de lo peor y estar encerrados por haber cometido graves delitos, pero sus papás lo aman, se preocupan y cada vez que pueden lo visitan en la cárcel. Así es el amor de los padres.
No está de más recordar que Benedicto XVI no es Juan Pablo II y que sus personalidades son muy diferentes. Me han contado curas conocidos que el fallecido papa polaco, quien estudió actuación, sabía utilizar sus dotes histriónicos para lograr una mayor cercanía con los feligreses. Sencillamente, me han explicado quienes los vieron a ambos en las audiencias públicas, a Juan Pablo la gente iba a verlo, mientras que a Benedicto van a escharlo, y no lo dudo, pues siempre que habla lo hace de manera contundente.
Aunque soy católico y sobra decirlo, no soy un promotor del papa ni creo que su visita sirva de mucho si su mensaje no fue acojido con seriedad por autoridades y sociedad en general. Si no quedó sembrado en los corazones de quienes lo escuchamos o leímos, será como el grano que se sembró sobre piedras y no pudo germinar.
Podrá usted estar o no de acuerdo con lo anteriormente expresado e incluso dejar debajo de este texto sus comentarios. Su opinión, a favor o en contra, es muy respetable.
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