Tirados en el piso, así permanecieron estudiantes y maestros de la escuela primaria Pedro Medina, mientras un comando armado fusilaba, con cerca de un centenar de balazos, a cuatro hombres en la barda del plantel ubicado en el fraccionamiento El Campanario.
La balacera se registró justo en los momentos en que una treintena de niños practicaba educación física en una cancha que se encuentra a espaldas del muro donde ocurrió la masacre, la tarde de ayer.
Cuatro de las balas traspasaron la pared de “block” y pasaron rozando los cuerpos de los menores, quienes se encontraban tirados en el suelo tras escuchar el tableteo de las metralletas. Incluso algunos casquillos fueron recogidos por los maestros en el otro extremo de la cancha hasta donde alcanzaron a llegar.
“Fue como si estuviera relampagueando, tiramos a los niños al suelo y afortunadamente ninguno resultó herido”, relató el director de la institución, quien prefirió omitir su nombre.
También en los salones los estudiantes vivieron el terror. Sin saber qué pasaba, tras los estruendos producidos por las armas de grueso calibre, sus maestros les ordenaron tirarse al suelo. Así permanecieron por espacio de 10 minutos.
“¡Al suelo!, ¡al suelo!, gritaban los profes, nosotros nos asustamos”, dijo una menor que no obstante haber escuchado el tiroteo, al salir fue a la calle donde estaban las víctimas de la masacre.
El incidente que ocurrió poco después del mediodía, sobre la calle Antonio Zúñiga y Emilio Uranga, provocó que padres de familia que se encontraban en el exterior del plantel esperando que terminaran las clases y salieran los alumnos, ingresaran en estampida a la escuela para sacar a sus hijos de los salones de clases y buscar protegerlos en otro lugar.
“Yo escuché muchos balazos, sentí miedo y entré por mi hija, no pude esperar más”, dijo una mujer que salía del plantel con su niña de 8 años de la mano.
La escuela primaria Pedro Medina cuenta con 780 alumnos en su turno matutino, y en el vespertino, bajo el nombre de Aurelio Vera Flores, cuenta con 680 estudiantes.
Debido a los hechos, argumentando motivos de seguridad, las autoridades suspendieron las clases de los alumnos del turno de la tarde.
Detrás de una de las bardas del plantel los alumnos del vespertino todavía pudieron apreciar la escena de los cuatro jóvenes acribillados, uno con el rostro partido a la mitad.
También, cuando familiares de los muertos ingresaron al plantel para identificarlos a través del mismo muro perforado por las balas.
De acuerdo con un comunicado emitido por la Subprocuraduría de Justicia de la Zona Norte, en el crimen se utilizaron pistolas calibre .9 milímetros y fusiles Ak-47 del calibre 7.62X39, de las conocidas como “cuernos de chivo”.
Testigos señalaron que los sicarios hincaron a los jóvenes y descargaron sobre ellos dos ráfagas completas y después les dieron el tiro de gracia.
También señalaron que momentos antes circuló por esa calle una patrulla militar cuya presencia no inhibió a los sicarios.
Tres de los cuerpos fueron localizados a escasos centímetros uno del otro y el cuarto a 15 metros de los demás donde fue abatido tras intentar correr.
Cerca de las víctimas quedaron esparcidos alrededor de un centenar de casquillos percutidos que fueron identificados por los peritos con conos amarillos para después recopilarlos y enviarlos al Laboratorio de Balística Forense.
Los jóvenes fusilados no fueron identificados oficialmente, pero la Subprocuraduría difundió que se trata de hombres de entre 20 y 25 años de edad, de tez morena, que los cuatro vestían pantalón de mezclilla azul y tenis blancos, así como camisetas blanca, morada, azul y gris, respectivamente. Uno de ellos portaba una cachucha negra.
La balacera se registró justo en los momentos en que una treintena de niños practicaba educación física en una cancha que se encuentra a espaldas del muro donde ocurrió la masacre, la tarde de ayer.
Cuatro de las balas traspasaron la pared de “block” y pasaron rozando los cuerpos de los menores, quienes se encontraban tirados en el suelo tras escuchar el tableteo de las metralletas. Incluso algunos casquillos fueron recogidos por los maestros en el otro extremo de la cancha hasta donde alcanzaron a llegar.
“Fue como si estuviera relampagueando, tiramos a los niños al suelo y afortunadamente ninguno resultó herido”, relató el director de la institución, quien prefirió omitir su nombre.
También en los salones los estudiantes vivieron el terror. Sin saber qué pasaba, tras los estruendos producidos por las armas de grueso calibre, sus maestros les ordenaron tirarse al suelo. Así permanecieron por espacio de 10 minutos.
“¡Al suelo!, ¡al suelo!, gritaban los profes, nosotros nos asustamos”, dijo una menor que no obstante haber escuchado el tiroteo, al salir fue a la calle donde estaban las víctimas de la masacre.
El incidente que ocurrió poco después del mediodía, sobre la calle Antonio Zúñiga y Emilio Uranga, provocó que padres de familia que se encontraban en el exterior del plantel esperando que terminaran las clases y salieran los alumnos, ingresaran en estampida a la escuela para sacar a sus hijos de los salones de clases y buscar protegerlos en otro lugar.
“Yo escuché muchos balazos, sentí miedo y entré por mi hija, no pude esperar más”, dijo una mujer que salía del plantel con su niña de 8 años de la mano.
La escuela primaria Pedro Medina cuenta con 780 alumnos en su turno matutino, y en el vespertino, bajo el nombre de Aurelio Vera Flores, cuenta con 680 estudiantes.
Debido a los hechos, argumentando motivos de seguridad, las autoridades suspendieron las clases de los alumnos del turno de la tarde.
Detrás de una de las bardas del plantel los alumnos del vespertino todavía pudieron apreciar la escena de los cuatro jóvenes acribillados, uno con el rostro partido a la mitad.
También, cuando familiares de los muertos ingresaron al plantel para identificarlos a través del mismo muro perforado por las balas.
De acuerdo con un comunicado emitido por la Subprocuraduría de Justicia de la Zona Norte, en el crimen se utilizaron pistolas calibre .9 milímetros y fusiles Ak-47 del calibre 7.62X39, de las conocidas como “cuernos de chivo”.
Testigos señalaron que los sicarios hincaron a los jóvenes y descargaron sobre ellos dos ráfagas completas y después les dieron el tiro de gracia.
También señalaron que momentos antes circuló por esa calle una patrulla militar cuya presencia no inhibió a los sicarios.
Tres de los cuerpos fueron localizados a escasos centímetros uno del otro y el cuarto a 15 metros de los demás donde fue abatido tras intentar correr.
Cerca de las víctimas quedaron esparcidos alrededor de un centenar de casquillos percutidos que fueron identificados por los peritos con conos amarillos para después recopilarlos y enviarlos al Laboratorio de Balística Forense.
Los jóvenes fusilados no fueron identificados oficialmente, pero la Subprocuraduría difundió que se trata de hombres de entre 20 y 25 años de edad, de tez morena, que los cuatro vestían pantalón de mezclilla azul y tenis blancos, así como camisetas blanca, morada, azul y gris, respectivamente. Uno de ellos portaba una cachucha negra.
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