jueves, 9 de septiembre de 2010

"La prensa me ha tratado mal"



Ex locutor acusado de asesinar a su novia.
EL HERALDO

Chihuahua, Chih.- "No quiero decir nada aún; la prensa me ha tratado muy mal y ha dicho muchas cosas malas mías, es mejor que no diga nada por lo pronto", dijo ayer Ángel Ordóñez en su celda del área médica en la zona de alta peligrosidad del Cereso Estatal, a la que tuvo acceso El Heraldo de Chihuahua.Todavía con la misma ropa (una camiseta azul y un pantalón de mezclilla del mismo color) con que acudió al Tribunal de Justicia el pasado martes para escuchar su vinculación a proceso por el asesinato de su novia de 15 años,


Isabel Márquez, el locutor permanece conectado a una sonda por la que se le suministra medicamento y suero.Para llegar al sitio donde se encuentra Ordóñez Rodríguez se tienen que pasar por un túnel largo, varias puertas custodiadas por celadores, un gran patio y de nuevo ingresar a otra área (de alta seguridad) en donde están los reos más peligrosos que purgan alguna condena en el Cereso de Aquiles Serdán.Dos custodios por persona son necesarios para visitar un recluso de esta área, de ahí se pasa por varias oficinas, entre ellas Trabajo Social, varias salas de visitas y de nuevo un patio con un verde pasto y dos árboles centrales.


De nuevo hay que entrar a otro edificio, en el área médica del hospital, se pasa por varios pasillos hasta dar con la celda de Ángel Ordóñez, que por primera vez, desde el 30 de agosto, cuando asesinó a su novia, está frente a un medio de comunicación. Dando una segunda vuelta se encuentra su celda, de 3x2 metros, en su interior una cama hospitalaria, una taza de baño, una silla que tenía ropa encima, de paredes blancas, un abanico de pedestal y sin ventanas al exterior. Al llegar a su celda Ángel estaba dormido, rara situación, pues marcaban las 13:43 horas en el reloj que se observaba en una de las paredes de la enfermería del reclusorio.


El locutor estaba despeinado, aún con sus rayos dorados en el cabello, con el pantalón puesto, pero sin zapatos, ni calcetines y sólo su delgada figura se distinguía por la sábana blanca que lo cubría.En una delgada almohada amarilla y una de sus manos Ángel recostaba su cabeza, en donde dormía a pesar de que, aunque era la hora de visitas, el locutor no esperaba a nadie y nadie se encontraba con él.Su celda estaba apagada, lucía desolada y, tras los barrotes, en una cama hospitalaria descansaba el conductor de radio, que tenía conectada una bolsa de suero en su brazo izquierdo, aunque en el pedestal lucían colgados dos sueros transparentes con etiquetas blancas y letra roja.¿Ángel?, se le preguntó, para que poco a poco moviera su cuerpo, se restregó los ojos y aún recostado contestó: "¿Qué onda?, ¿Qué pasa?".T


omó unos cuantos segundos para que Ángel se reincorporara y se sentara en su cama, hizo a un lado la sábana blanca con la cual se cubría y de nuevo se volvió a friccionar los ojos.Su playera azul lucía arrugada, las letras amarillas apenas se distinguían entre los dobleces de una posición apenas incorporada del locutor.¿Cómo estás?, ¿Cómo te sientes?, se le preguntó de nuevo. Ángel, haciendo esfuerzos por simular estar despierto, levantó la cara, como hace mucho tiempo no lo hacía, se le vio un rostro como de una persona que había dormido por varias horas, la boca entreabierta, de voz firme pidió le prendieran la luz de su celda y tendió la mano para estrechar la de este reportero.De su largo brazo, de tez blanca, surgió su mano tibia, de dedos alargados, se extendió entre los barrotes y saludó cordialmente, fue un saludo corto, sin mucha fuerza, como quien saluda con desconfianza y a la vez se siente contento por verlo una persona extraña, de afuera, como quien saluda a la luz detrás de los barrotes.Se enderezó más, volvió a ver el foco de luz de su celda, torció un poco la boca, se mojó los labios y de nuevo se le preguntó: "¿Cómo estás?, ¿Cómo te sientes?", para finalmente responder: "Estoy bien... estoy tranquilo, me siento cansado, pero estoy bien".


Al identificarnos como reporteros de El Heraldo de Chihuahua, Ángel Ordóñez pensó un par de segundos, volvió a torcer la boca, se volvió a mojar los labios, como si tuviera sed y señaló en tono amable, despacio y con volumen bajo: "No quiero decir nada aún, la prensa me ha tratado muy mal y ha dicho muchas cosas malas mías, es mejor que no diga nada por lo pronto".Se volvió a cubrir con su sábana blanca, se acostó completamente sobre su cama, cogió la almohada amarilla, se la puso bajo su cabeza, volvió a poner su mano bajo su cabello y como si lo hubiera pedido con la mente, la luz de su celda se apagó.

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