jueves, 16 de septiembre de 2010

Grito de Independencia: entre la vigilancia y la apatía

OMNIA
Fue éste el Grito del Bicentenario, de la armonía partidista y el desaire ciudadano, de la seguridad y la despedida, de la convivencia entre distintos, de decir adiós y dar la bienvenida, de la última noche mexicana de José Reyes Baeza como gobernador del estado.
Con más elementos policíacos que civiles comenzó el festejo del Grito de Independencia, con más ganas de vitorear a los artistas en el escenario que celebrar lo que para muchos es una utopía. Así inició la tradicional fiesta, que no se igualó a la del año anterior, ni registró, por fortuna y a pesar del pronóstico, ningún incidente mayor.
Desde hora temprana comenzó a reunirse la gente, en la Plaza Mayor o frente a las pantallas, y para las ocho de la noche era notorio que muchos prefirieron la tranquilidad de casa, la comodidad de ver los fuegos artificiales desde el televisor.
En puntos estratégicos alrededor de la plaza y ayudados por vallas metálicas, elementos policíacos detenían a los asistentes para revisarles bolsas y vestimenta, y evitar así la introducción de armas y objetos peligrosos.
Y dentro de Palacio, 200 años de Independencia se celebraron entre militares y cercos electrónicos, con la bolsa explorada y el cuerpo escaneado, porque fue ésta, la del Bicentenario, la última de Reyes, la ceremonia más vigilada, la de menos concurrencia, la del mayor colorido político.
Entre los invitados figuraron el síndico electo de Ciudad Juárez José Luis Canales de la Vega, que prefirió viajar a esta capital a ver el Grito por Internet como era la recomendación del propio alcalde de aquella ciudad, los diputados Jorge Neaves y Ricardo Yañez, los presidentes municipales actual y electo Álvaro Madero y Marco Quezada, los titulares de las diversas secretarías y por supuesto, el gobernador electo César Duarte, en esa especie de acompañamiento hacia al gobernador Baeza, que inició desde el pasado martes.
Con un gran mural de fondo realizado en forma del número 200 y con los rostros de algunos de los héroes más representativos de la historia mexicana, como Miguel Hidalgo y Costilla, Benito Juárez, Emiliano Zapata, Francisco I. Madero y Francisco Villa; los asistentes disfrutaron de un elenco artístico que culminó con la chihuahuense Aranza, e incluyó varias cantantes locales y conocidos grupos de mariachi.
Y alrededor, todo era fiesta bajo los aromas de los elotes con queso, los bocadillos mexicanos, las frutas con picante, frituras de todo tipo, tamales de sabores, dulces mexicanos, margaritas y vampiros, bebidas de todas y para todos.
Una guardia de honor en el Altar a la Patria y los Honores a la Bandera a cargo del Batallón de Infantería, presidieron el acto central de la noche, la arenga esperada y la despedida oficial: Reyes Baeza ondeando la bandera desde el balcón, recordando la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando inició la lucha por la tan anhelada independencia.
Luego, la noche se iluminó con las luces verdes, rojas, blancas, doradas, hechizantes de los fuegos artificiales, primero bajo el sonido inaudito de temas electrónicos, Jesse y Joy, la Quinta Estación y otros artistas cuyas letras no representan la mexicanidad ni la esencia del festejo; para dar paso, ahora sí, a temas clásicos mexicanos como El jarabe tapatío y el Huapango de Moncayo, entre otros.
La cantante Aranza puso el broche dorado dentro de palacio, mientras afuera lo hacía la rockera Alejandra Guzmán, ante un más bien reducido público, que de cualquier manera se le entregó en un ejercicio de reciprocidad.
Después sólo quedó el recuerdo, las mesas vacías, las calles desiertas, la basura adentro y afuera, algunas mallas metálicas aún separando aquéllos de éstos, y una agradable sensación de que el peligro prefirió también quedarse en casa.
Así terminó el último Grito del gobernador Baeza, el primero de alguna manera para César Duarte, el de la vigilancia y escaso público, el del Bicentenario de una independencia que, asolado el país por la violencia y la inseguridad, pareciera no concretarse del todo ni para todos.

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